venerdì 19 ottobre 2012

El origen sardo de Juan Domingo Perón En su última novela, La máscara sarda, la escritora Luisa Valenzuela convierte en literatura una creencia muy difundida en Cerdeña: que la figura política emblemática de los argentinos habría nacido allí.


El origen sardo de Juan Domingo Perón

  Cuando un hombre se convierte enmito, varios países se disputan su origen. Así pasa con Carlos Gardel cuya cuna suele situarse en Francia, en la Argentina y en Uruguay. Así pasa también con Juan Domingo Perón, que, según los sardos, habría nacido en Cerdeña. Inexplicablemente, esa certeza que los lugareños apoyan con recortes de diarios, libros y documentos varios, nunca trascendió en la Argentina. 

Luisa Valenzuela se había despedido de la novela como quien se despide de un ser querido en una estación de tren. Creía haber cumplido un ciclo con este género y estaba segura de no reincidir en él. Pero en el mes de febrero viajó a Cerdeña para presenciar su Carnaval y disfrutar de las máscaras rituales que forman parte de un milenario rito agrario: el negro Mamuthón sacrificial que genera prosperidad, el blanco Issohador que guía a los Mamuthones, la trágica Filonzana. Allí escuchó por primera vez la extraña teoría acerca del origen sardo de Perón y su certeza se derrumbó. "Llegué de regreso a casa –explica en la 'introducción diferida' que pone al final de su última novela– cargada de libros, máscaras, canciones y dichos en sardo, hasta una bandeja maravillosa de dulces y dos paquetes del típico pan carasau, regalo de mis amigos Del Curto y habitada por una novela, pero sin la menor idea de cómo abordarla." Tres meses después, la novela que la habitaba estaba escrita y acaba de publicarse. Se trata de La máscara sarda. El profundo secreto de Perón. En ella cobra cuerpo la afirmación de los habitantes de Cerdeña sobre el origen de Perón y vuelve a irrumpir el siniestro personaje de López Rega, el "Brujo", quien trata de inducir en el General ensoñaciones que lo retrotaigan a su verdadero y olvidado origen signado por la presencia de dos madres, una sarda y la otra india. Corre el año 1973 y recuperar ese pasado, según el Brujo, parece condición sine qua non para poder regresar exitosamente a la Argentina y ponerse al frente del gobierno. Valenzuela habló con Tiempo Argentino acerca de la curiosa génesis de esta novela en la que confluyen personajes clave de la historia argentina, el Carnaval de Cerdeña con sus máscaras rituales y hasta un manual esotérico escrito por el mismísimo López Rega. 
–La idea de que en Cerdeña hay quienes dicen que Perón nació allí parece inventada. Sin embargo, hay artículos de diarios de la región que hablan del origen sardo de Perón. ¿No es así?
–Y no sólo hay artículos de diarios, sino también muchos libros sobre el tema. Los artículos periodísticos son dos. 
–¿Cómo surgió esta novela que tiene que ver con una pasión tuya como son las máscaras?
–El tema de las máscaras es, en efecto, una constante en mi vida. Me interesaron siempre y eso fue lo que me llevó al Carnaval de Cerdeña. Cuando llego al pueblo donde se encuentran las máscaras más emblemáticas del Carnaval, Mamoiada, me dicen que Perón nació allí. Al principio me parece una broma. Luego me doy cuenta de que no lo es porque me van mostrando recortes de diarios y porque mucha gente está muy convencida. Además, el hostal más importante de Mamoida se llama Sa Rosada, por la Casa Rosada. Allí hay un cuadro con fotos de nuestra Casa de Gobierno. Allí están tan convencidos del origen sardo de Perón que llegó un punto en el que yo me plantee que un pueblo que está tan entregado a las máscaras cómo no va a creer que una persona puede cambiar de identidad como si nada, y habiendo nacido en Cerdeña convertirse en presidente de la Argentina. Ahí comencé a pensar a pensar que tenía una buena novela.
–¿Los sardos cuentan con orgullo que Perón nació en esa tierra?
–Claro, los que creen que nació allí están orgullosos. Después le dicen "dictador", pero están encantados.
–¿Dónde aparecieron los artículos sobre el origen sardo de Perón?
–Son del año '51. Uno es de L´unione sarda , el gran diario sardo que todavía sigue saliendo. Quien lo firma es Nino Tola, un abogado de Mamoiada. En el primer artículo duda y se ríe un poco de la idea del origen sardo de Perón, pero en el segundo, ya no. No sé si lo cree o no en el segundo, pero al menos ha visto documentos que parecen verdaderos. Luego Tola desaparece y se dice que fue amenazado. La pregunta que surge es quién lo amenazo y lo que dicen algunos libros es que fueron los servicios secretos argentinos y López Rega. Yo me dije que López Rega no podía ser porque no estaba presente en la vida de Perón en esa época, en el '51. Luego, cuando comienzo a investigar encuentro que sí, que desde el '49 López Rega custodiaba la casa presidencial que estaba en el lugar que ahora ocupa la Biblioteca Nacional.
–¿Por qué se te ocurrió viajar a Cerdeña, además del interés por las máscaras?
–Porque tiene un Carnaval interesante. Además, soy muy viajera, me interesan las máscaras, me interesan los carnavales y la persona a la que le dedico la novela, Ilaria Del Curto, quien trabaja sobre mi literatura, me había traído una vez de regalo una máscara de Mamuthón. El Carnaval de Cerdeña es maravilloso. Es más que un Carnaval porque se realizan ritos agrarios que son precristianos. 
–¿Cómo siguió el proceso de gestación de la novela?
–En realidad, yo había ido con la idea de hacer una nota para La Nación. No es que fui por eso, sino que como estaba decidida a ir, la ofrecí y me la aceptaron. Siempre es bueno tener una excusa para sentir que uno hace un viaje con algún propósito. Además, estaba escribiendo un libro sobre máscaras que ahora pienso retomar. Alguien me contó lo de Perón, pensando que era bueno para la nota. Yo pensé que en todo caso eso era tema para otra nota, pero cuando comencé a ver un poco más en profundidad el tema mitológico, el idioma, la existencia del Pero Selvático, que es la madera con que se hacen las máscaras, empezaron a surgir conexiones literarias. Me doy cuenta entonces de que tengo una novela, pero la cuestión era cómo armarla, porque yo no podía escribirla poniéndome en la postura de que creo lo del origen sardo de Perón ni tampoco en la posición opuesta. Cuando apareció el personaje de López Rega en mi recuerdo y en mi imaginación, pude empezar a armar la novela ya estando nuevamente en Buenos Aires.
–López Rega ya había aparecido en otra novela tuya, Cola de lagartija, pero en La máscara sarda trabajás con un libro de él, por lo que muchas de las frases que ponés en su boca no son inventadas, sino que realmente le pertenecen. 
–No, no son inventadas. Todas las frases que parecen del realismo mágico, de lo real maravilloso son de López Rega, de su libro Astrología Esotérica. Es un tratado gordísimo que habla de los colores, de los perfumes, de la astrología. También es un manual que dice cómo conquistar a la gente, cómo convencer al otro para que te dé todo lo que quieras. 
–Además, las escenas en que López Rega pone en contacto a Isabel con el cuerpo de Eva también parten de la realidad.
–Sí, eso es cierto y también es cierta la distribución de la casa que está descripta por los periodistas que visitaron a Perón en Puerta de Hierro. Existía realmente el lugar que en la novela llamo "el Claustro", donde López Rega hacía lo posible para que Perón soñara con su origen sardo antes de viajar a la Argentina. Lo que descubro después estudiando los rituales y los mitos sardos es que eso ya lo cuenta Aristóteles, que los sardos tenían este tipo de ritual que se llamaba "incubación", y que consistía en hacer dormir a los guerreros en tumbas hipogeicas ubicadas en túneles y cavernas para que absorbieran el poder del muerto. Todo eso de López Rega viene de lejos y lo curioso es que viene de Cerdeña, porque Aristóteles lo cuenta como un ritual sardo. En la novela, López Rega va llevando a Perón a una ensoñación de su infancia. 
–Estuviste en Cerdeña en febrero y la novela acaba de aparecer. La escribiste inusualmente rápido. 
–Prácticamente la escribí en dos meses. En el tercer mes la pulí, rehice la Bitácora. Además, la editorial también la sacó en dos meses. Cuando le llevé al editor Alberto Díaz los primeros capítulos convinimos en no contarle el tema a nadie para que no se difundiera hasta el lanzamiento de la novela. En Internet hay muchos artículos sobre el tema, a pesar de que en el país el mito del origen sardo de Perón no es conocido. Creo que no contárselo ni a mis amigos más próximos me ayudó a mantener la energía, a no dispersarla. La escritura fue rápida, pero hay que pensar que yo estaba impregnada de la figura de López Rega, de los mundos mágicos, de las máscaras. No estaba tan impregnada, en cambio, de la figura de Perón, pero esa figura está en el imaginario de todos nosotros. Creo que voluntaria o involuntariamente Perón quería armar su mito, no su leyenda, porque una leyenda tiene que tener datos concretos y Perón borra los datos. La frase que pongo al principio, no la saqué de Pavón Pereyra, pero luego la encontré allí, además la decían los sardos. La frase dice: "Como si hubiese jugado al destino en una mágica apuesta logré conservar hasta hoy los orígenes de mi nacimiento como un profundo secreto." Esa frase es de él.
–Parece que en los grandes mitos de la Argentina siempre existe una disputa por el lugar de nacimiento. 
–Somos un pueblo de inmigrantes y esa traslación es un poco nuestra historia. Pero Juana Sosa, la verdadera madre del Perón que supuestamente conocemos era india. Lo de los orígenes siempre es borroso, tanto con Perón, como con Eva, como con la primera mujer de Perón, Aurelia Tizón. Todos los documentos, que los sardos los tienen muy bien estudiados, están tachados, borrados. Ni siquiera se sabe bien en qué año entró Perón al Colegio Militar, si en el 1909 o en 1910. 
–¿Por qué creés que ese mito sardo no es conocido aquí? Por lo menos yo nunca lo había escuchado. 
–Ni vos ni casi nadie. Creo que los servicios secretos de la Argentina no quisieron que se propagara. Si bien es difícil creer que el mito sea cierto, seguramente les molestó que ese mito existiera porque la duda siempre genera malestar. 
–En la Bitácora contás que en tu familia el peronismo y la política en general era algo ajeno. 
–Sí, algo que sucedía puertas afuera.
–Sin embargo, vos no tomaste ese camino, porque varios de tus libros hablan de política.
–Al principio tomé ese camino. Yo tenía mis ideas políticas, me gustaba la izquierda, pero como no fui a la facultad no tenía una actividad clara, pero era amiga de un montón de gente que sí la tenía. A algunos los veía críticamente y eso está en Cuidado con el tigre, pero a otros los admiraba mucho y me parecían fantásticos. Estoy hablando de fines de los '60 y principios de los '70. Mi primer libro de cuentos que apareció en el '67 le había gustado mucho a Rodolfo Walsh. Yo le dije que aunque yo simpatizaba con sus ideas políticas, estas ideas no aparecían en mis cuentos. Él me dijo: "Vos no te das cuenta, pero están. La ideología siempre está aunque uno no quiera." Eso me abrió un camino. A partir de la amistad con Rodolfo y con otra gente fui entrando más en el terreno político. Después me fui a vivir a Barcelona y cuando volví aquí estaba actuando la Triple A. Ahí entro de cabeza en la escritura política, pero nunca quise hacer una cosa de mensaje, sino hacer literatura a partir de eso tan brutal que estaba pasando. Así salieron Cambio de armas y Cola de lagartija. 
–¿Fue importante para vos la relación con Walsh?
–Sí, me marcó en muchas cosas. Era un tipo muy tierno, un ser muy encantador y muy literario. No hacía literatura panfletaria, hacía su trabajo político por un lado, y su literatura por el otro, podía mantener ese equilibrio. Recuerdo que cuando él estaba en la clandestinidad refugiado en el Tigre escribiendo Operación Masacre, me invitó y me enseñó ejercicios de los guerrilleros cubanos que para mí eran dificilísimos. Siempre me hacía regalitos. ¿Podés creer lo que me regaló una vez? Los poemas de Baudelaire y de Verlaine en francés recitados por Victoria Ocampo (risas). Es lo último que uno puede imaginar de Rudy. Es que él era un literato. Luego lo sacrifica todo y yo lo pierdo de vista porque me voy de viaje. Era un ser fantástico. Luego estuve trabajando durante un tiempo en Crisis con Eduardo Galeano y Aníbal Ford. Como yo no militaba en ningún partido, mi posición era difícil, pero tuve refugiados en casa, metí mucha gente en la Embajada de México, hice un montón de cosas. 
–Es decir que fuiste a contrapelo de la herencia familiar. 
–Sí, aunque en mi familia había una simpatía por la izquierda. Mi madre se decía anarquista, no era conservadora. En la familia no había ideas de derecha. Tampoco es que fueran de izquierda porque no había un compromiso político, pero sí había amor por la gente. Eso sí, eran antiperonistas porque le tenían miedo a la persecución ideológica. Perón les tenía miedo a los intelectuales. Yo me preguntaba por qué este hombre que era inteligente y culto odiaba a los intelectuales, por qué decía alpargatas sí y libros no. Imaginate que la policía iba a las conferencias de Borges. Por eso en La máscara sarda armé la historia con Grazia de Ledda, una mujer con inquietudes culturales, para justificar la bronca que les tenía a los intelectuales con una decepción amorosa. «

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